Justo - Polonia

Irene Gut Opdyke

(1922 - 2003)

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  • Historia Completa
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Irene Gut nació el 15 de mayo de 1918 en Kozienice, Polonia, estudiaba enfermería y trabajaba como voluntaria en una unidad del ejército cuando se produjo la invasión alemana en 1939. Huyó, pero la capturaron las tropas rusas (más tarde aliadas de los nazis), golpeándola y violándola. Se recuperó y durante un año trabajó en un hospital ruso.

Cuando intentaba volver a Polonia, fue capturada por tropas alemanas y obligada a trabajar en una fábrica de munición en Ternopol, al sureste de Polonia.

En abril de 1942, Gut fue testigo de un hecho que transformaría su vida. Vio como un oficial Nazi arrojaba un niño al aire y le disparaba, como si se tratara de un pájaro. Esa imagen la atormentó a lo largo de toda su vida, como contaría en sus memorias. Pero en ese momento decidió comenzar a participar en la lucha para salvar judíos de la masacre.

Irene Gut nació el 15 de mayo de 1918 en Kozienice, Polonia, estudiaba enfermería y trabajaba como voluntaria en una unidad del ejército cuando se produjo la invasión alemana en 1939. Huyó, pero la capturaron las tropas rusas (más tarde aliadas de los nazis), golpeándola y violándola. Se recuperó y durante un año trabajó en un hospital ruso.

Cuando intentaba volver a Polonia, fue capturada por tropas alemanas y obligada a trabajar en una fábrica de munición en Ternopol, al sureste de Polonia.

En abril de 1942, Gut fue testigo de un hecho que transformaría su vida. Vio como un oficial Nazi arrojaba un niño al aire y le disparaba, como si se tratara de un pájaro. Esa imagen la atormentó a lo largo de toda su vida, como contaría en sus memorias. Pero en ese momento decidió comenzar a participar en la lucha para salvar judíos de la masacre.

En otro momento, los soldados de la Gestapo la obligaron a observar, junto con otros polacos, el linchamiento público de una pareja de judíos y de la persona que había tratado de ayudarlos. 

Mientras trabajaba en la fábrica de municiones, Irene atrajo la atención de un Mayor alemán de 70 años, Edgard Rugemer. El Mayor Rugemer le encontró un trabajo más adecuado, en la cocina de un hotel para oficiales alemanes.

Las cocinas se encontraban cercanas a los muros del gueto local y cada noche, ella recogía las sobras de la comida y las pasaba a escondidas a través de las cercas de alambres de púas. 

Con el tiempo, el comandante alemán la promovió, como su ama de llaves personal en una villa expropiada por los alemanes. Dicha propiedad contaba con un gran sótano.

Al enterarse Irene que 12 de sus ex compañeros judíos de la fábrica de municiones iban a ser deportados, los buscó y los escondió en el sótano.

Como el mayor pasaba sus jornadas afuera, estos salían de su escondite durante el día y la ayudaban en sus tareas.

Un día este llegó de improviso y al descubrir lo que ocurría fue a llamar a los SS. Irene le suplicó que no lo hiciera y el mayor aprovechó la situación para ofrecerle un trato:

su cuerpo a cambio de la vida de los refugiados.

Irene aceptó y así salvó sus vidas, estos nunca tomaron conocimiento del precio que Irene pagó.

En 1944 el mayor evacuó la residencia de Ternopol, Irene  y los 12 judíos escaparon a los bosques y permanecieron ocultos hasta el final de la guerra.  

Después de esto, todos fueron llevados a un campo de “desplazados”.

Tiempo después y ayudada por sus protegidos, pudo escapar del territorio polaco hacia Alemania occidental.

Tres años más tarde, pudo obtener la documentación que le permitiría viajar a los Estados Unidos. 

En el campo de” desplazados” había sido entrevistada por William Opdike, un empleado estadounidense de las Naciones Unidas al que le contó su historia.

Por casualidad, volvió a encontrarse con él en Nueva York, se casaron y tuvieron una hija.

Ella relató que su madre le legó el siguiente lema:

“Cuando ocurren cosas como ésta, no hay tiempo para pensar en lo que estás haciendo. Tienes que reaccionar”. Decía: 'hay que pensar con el corazón, no con la cabeza". 

En el año 1982 Yad Vashem la nombró como una de los “Justos entre las Naciones”.

También el Vaticano le concedió honores. 

Sus memorias “ In My Hands: Memories of a Holocaust Rescuer (Alfred A.Knopf), fueron publicadas en 1999.

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