Stan Wells, George Hammond, Tommy Noble, Alan Edwards, Roger Letchford, Harold “Bill” Scruton (1907-1987), Bill Keeble, Edwin Bert Hambling (1918-1985), Jack Buckley, Willy Fisher. .
Esta es la historia de cómo estos diez prisioneros de guerra británicos, salvaron la vida de una niña de 16 años, Sarah Matuson, quien fue una de las reclusas del campo de concentración de Stutthof.
Sarah Matuson nació en Shavli, Lituania, en 1928.
Sus padres habían emigrado a Palestina, allí nació su hermana Hannah, en 1925.
No se adaptaron y regresaron a Lituania, donde nació Sara.
En el verano de 1941 los nazis ocuparon el territorio y comenzó la destrucción de su familia.
Sara y Hannah consiguieron trabajo limpiando en la casa de un funcionario y un día, a fines de junio de ese año, al regresar, ya no encontraron a su padre.
Se lo habían llevado junto a todos los hombres del edificio y los lindantes para nunca regresar.
Su madre, Gita, su hermana y ella fueron obligadas a ingresar al gueto de Shavit.
A pesar de las difíciles condiciones y las continuas matanzas, las tres lograron sobrevivir hasta el verano de 1944.
Desde allí fueron trasladadas, junto con los restantes judíos de Shavit, al campo de concentración de Stutthof.
Entretanto, en julio de 1944 ,las tropas soviéticas liberaron Majdanek e hicieron públicas las atrocidades allí perpetradas.
En enero de 1945, el Tercer Reich estaba al borde de la derrota militar.
Como consecuencia de que el ejército soviético se acercaba y con el objetivo de prevenir que los prisioneros cayeran en manos de los aliados, dando más pruebas del masivo asesinato nazi, comenzaron las más grandes marchas forzadas de prisioneros o “Marchas de la muerte”.
Estas fueron la de Auschwitz y la de Stutthof.
Gita, Hannah y Sarah formaron parte de esta marcha final, que se dirigía hacia la costa del mar Báltico.
Del grupo de 1200 mujeres, vestidas con harapos, zuecos de madera, sin comida y bajo los fuertes golpes de los guardias de las SS y el intenso frío y nieve, solo 300 llegaron a la aldea Gross Golmkau.
En este contexto, diez prisioneros de guerra británicos, que habían sido capturados en Francia, estaban confinados en un Stammlager (Stalag), el Stalag 20 B.
Los Stalag eran campos de reclusión donde solo eran internados prisioneros de guerra, nunca civiles, siguiendo el Acuerdo de Ginebra de 1929.
Los prisioneros debían realizar trabajos forzados y estos diez, se desempeñaban en una granja.
Dicha granja se encontraba en las afueras de la aldea Gross Golmkau.
Cada noche los llevaban de regreso al campamento.
Mientras estaban realizando su trabajo, vieron a una columna de prisioneras judías, que los guardias alemanes, llevaban a lo largo de la carretera que pasaba por la granja.
De repente, una de las mujeres logró escapar de la marcha.
La vieron correr y desaparecer.
Era Sara, quien, obligada por su madre, escapó.
Gita la mandó a tratar de conseguir comida, pero lo que en realidad deseaba era que por lo menos ella, viva.
Sarah trató de encontrar comida, pero los lugareños la descubrieron, corrió y logró esconderse dentro de uno de los graneros. Tenía 16 años.
Stan Wells, uno de los soldados británicos, entró al granero a realizar algunas tareas y la encontró.
Stan se reunió con sus compañeros, les relató lo ocurrido y debatieron si debían tratar de ayudar a la niña.
Hubiera significado la muerte si los hubieran descubierto.
Los 10 estuvieron de acuerdo en que debían correr el riesgo.
Sarah estaba gravemente desnutrida y exhausta.
Él la tranquilizó y regresó con comida.
Al día siguiente, entre todos, trasladaron de contrabando a Sarah al Stalag 20 B.
Durante 3 semanas, la escondieron en el pajar de un establo que albergaba a los caballos de la comisaría local.
La cuidaron, alimentaron, curaron y trataron con afecto hasta que Sara se recuperó.
Se turnaban para no dejarla sola.
Sin embargo, pronto los prisioneros de guerra británicos fueron trasladados.
Antes de ser evacuados, hicieron arreglos con una mujer de la zona y esta la cuidó hasta la liberación por parte del ejército rojo.
Una vez libre, Sarah descubrió, que su familia no había sobrevivido.
En memoria de su hermana, añadió Hannah a su nombre.
Encontró a un tío y se fue a vivir con él.
Emigró a los Estados Unidos de América, se formó en enfermería, se casó con William Rigler, un juez supremo de Nueva York y tuvieron dos hijos.
Nunca olvidó a quienes le habían salvado la vida.
Pero sólo recordaba un nombre: Alan Edwards.
Tras una larga búsqueda y con la ayuda de la Oficina Británica de Registros de Guerra, Sarah pudo contactar a Alan y en 1973 el grupo se reunió.
Cuando se les preguntó por qué la habían ayudado y arriesgado su propia vida, uno de los prisioneros de guerra, Tommy Noble, un escocés, respondió:
“¿Por qué no? Ella era solo una niña. La habían tratado mal, como a nosotros”.
Stan Wells dijo:"Nosotros la ayudamos, pero ella le imprimió a nuestras vidas una nueva misión, un nuevo sentido y nos unió como grupo aún más."
Más tarde Sara reflexionó:
“Todos asumieron la misma responsabilidad y el mismo riesgo.
Si me hubieran descubierto, a todos nos hubieran disparado.
Todos habían decidido que salvarían de los alemanes a esa pobre chica judía que había aparecido por casualidad en sus vidas “.
El 2 de noviembre de 1988, Yad Vashem reconoció a : Stan Wells, George Hammond, Tommy Noble y Alan Edwards como "Justos entre las Naciones".
El 15 de marzo de 1989, Yad Vashem reconoció a Roger Letchford como Justo entre las Naciones.
El 11 de octubre de 2011, Yad Vashem reconoció a Bill Keeble, Bert Hambling, Bill Scruton, Jack Buckley y Willy Fisher como Justos de las Naciones.
En 2013, seis de las familias del grupo fueron identificadas por el gobierno Británico y recibieron póstumamente la medalla de Héroe Británico del Holocausto.
Sarah publicó el libro "Diez soldados británicos salvaron mi vida" con su nuevo nombre , Hannah Sarah Rigler, en 2007.